El afán del hombre por conseguir recursos minerales no ha cesado desde hace milenios. Desde la edad de piedra, el hombre ha aprovechado las rocas y los minerales para la fabricación de herramientas, adornos, como símbolos de poder, como material de intercambio... Uno de los minerales que asociamos con la riqueza y el poder es el DIAMANTE.
Diamante... la palabra tintinea en nuestra conciencia, cargada de significados: belleza, perfección, riqueza, inmutabilidad, indestructibilidad... El diamante fascina al hombre desde la Antigüedad. La leyenda nos cuenta que únicamente podía encontrarse en un valle oculto en la selva de India, custodiado por basiliscos de mirada mortal. Alejandro Magno pudo obtenerlos utilizando espejos para destruir a los guardianes y pájaros para recolectar los diamantes. Plinio el Viejo, más mundano, más práctico y sin duda mucho más creíble, nos informa de que durante mucho tiempo, sólo los reyes pudieron poseer diamantes, y de entre éstos, únicamente los más poderosos.
Su nombre procede del griego Adamao, que significa "yo venzo" o "yo subyugo", palabra muy adecuada para designar la sustancia más dura conocida, capaz de vencer por la fuerza a todos los demás materiales conocidos, de origen natural o artificial, y que sólo puede ser tallada utilizando su propio polvo. No es de extrañar que la ciencia de los antiguos admitiera la transmisión de la indestructibilidad del diamante a su poseedor, estando así a salvo el que lo portara de todos los peligros, incluyendo dragones, fuego, venenos, enfermedades, robos, inundaciones y espíritus malignos. Con este amplio espectro de acción, se comprende el interés que los gobernantes tenían por la posesión de tan preciados objetos. Hasta el siglo XVIII, los diamantes sólo se pudieron encontrar en India, e incluso allí eran muy escasos. Posteriormente, los yacimientos hallados en Brasil, África y Australia contribuyeron a su amplia difusión actual, si bien continúan siendo una cara mercancía que es la base de un floreciente comercio.
Pero además de sus innegables virtudes estéticas, los diamantes poseen usos prácticos. Ya los antiguos chinos los empleaban, engarzados en oro, para trabajar el jade, y Plinio nos instruye sobre su uso para tallar los más variados materiales. En los últimos meses, distintas investigaciones nos han descubierto nuevos e inesperados usos para los diamantes. Los diamantes han demostrado ser útiles tanto en investigación básica como aplicada. En cuanto a la primera, los diamantes aportan nuevas pistas para comprender mejor el interior de la Tierra o el origen del Sistema Solar. En cuanto a sus usos tecnológicos, cada vez aparecen más y más empleos inesperados, como la construcción de células solares o de los primeros nanodispositivos fabricados exclusivamente de diamante. Los párrafos que siguen nos mostrarán estas nuevas aplicaciones que la inteligencia humana ha sabido encontrar para el material más fascinante de la naturaleza.
Mensajes desde las profundidades de la Tierra
La composición del interior de la Tierra ha sido siempre uno de los mayores misterios por desentrañar. Hoy en día disponemos de un conocimiento más o menos aceptable sobre el tema, pero únicamente partiendo de modelos teóricos, que son contrastados con datos experimentales inferidos a partir de técnicas indirectas como la sismología. Es muy difícil conseguir información de primera mano, como por ejemplo una muestra de mineral procedente de las profundidades de la Tierra. La perforación más profunda que ha podido realizar el ser humano alcanza 15 km, apenas un leve arañazo sobre la corteza de un planeta de 6370 km de radio.
Los diamantes, dado su peculiar origen, son unos perfectos mensajeros, capaces de revelar información acerca de las profundidades de la Tierra. La mayoría de los diamantes terrestres se originan a las enormes presiones y temperaturas existentes en el Manto, la capa intermedia de la Tierra, que se extiende entre unos 60 km y unos 2900 km de profundidad y que es posiblemente la peor conocida de las tres capas que integran el espesor de nuestro planeta. Los diamantes suben hasta la superficie arrastrados por corrientes de magma procedentes del Manto, que penetran en la Corteza Terrestre debido a la actividad volcánica, solidificándose después para formar unas inclusiones en forma de tubo de roca denominadas kimberlitas. Los diamantes se encuentran incluidos en las kimberlitas como las pasas en un plum-cake. Las kimberlitas que afloran a la superficie pueden ser explotadas por el hombre y constituyen las minas de diamantes.
Todos los diamantes contienen diversas impurezas de otros minerales que cocristalizaron con ellos. Las impurezas aportan una valiosa información acerca de su origen, para aquel que sepa interpretarla. Catherine McCammon, de la Universidad de Bayreuth, Alemania, ha estudiado recientemente los diversos tipos de inclusiones, y acaba de publicar sus resultados en la revista Science. Estos muestran claramente que existen dos zonas diferenciadas en el Manto, con una línea divisoria a una profundidad de alrededor de 660 km. La existencia de estas dos zonas (el Manto Inferior y la Astenosfera, que es la capa semi-fluida que lo recubre) era ya conocida a partir de los estudios sísmicos, pero se pensaba que estas dos zonas intercambiaban continuamente material gracias a intensas corrientes de convección. La nueva información que nos aportan los diamantes es que no existe apenas mezcla entre los minerales que componen ambas zonas. Los diamantes procedentes de las dos zonas tienen composiciones claramente diferentes, lo que prueba que las dos zonas del Manto son prácticamente impenetrables entre sí. Sin embargo, el hecho de que podamos tener en nuestras manos diamantes procedentes del Manto Inferior y que éstos suelan aparecer en algunos yacimientos, demuestra que, en ocasiones, material procedente de esta capa interna es capaz de llegar hasta la Corteza, gracias a enormes corrientes de magma que pueden atravesar la Astenosfera y llegar así hasta la superficie. La composición mineralógica de las impurezas contenidas en los diamantes aporta además, información acerca de la composición química y las condiciones de presión y temperatura en las distintas capas del Manto que no podríamos conocer de ningún otro modo. Los diamantes nos traen valiosos mensajes desde las profundidades.
Pues bien, han de saber que el mayor agujero del mundo se trata de una mina de diamantes. Este agujero se encuentra en la ciudad siberiana de Mirnyy (Rusia). Tiene unas dimensiones de 1,25 km de diámetro y 525 m de profundidad. Se comenzó a excavar cuando Rusia descubrió diamantes en Siberia, en 1960, y comenzó a excavarlos en grandes cantidades (Diez millones de quilates anualmente). La atracción gravitatoria sobre el agujero es tal, que sobre él no pueden pasar los aviones. es como un agujero negro.
Estas últimas fotos son de alguna de las maquinitas que trabajan en la mina.
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